Experimentó la sensualidad del barro.
Saboreó higos y uvas, olió esencias universales de primera mano.
Supo correr contra la brisa y apreciar la inteligencia de los seres mínimos.
Se detuvo a observar el progreso de las nubes, la cadencia del mar y el revolotear de las mariposas.
Anheló construir más que sumar.
Bajó muchos peldaños pero siempre llegó donde quería.
Observó los rascacielos como un niño.
Fue grande sin invadir y experimentó la levedad de los que vuelan.
Vivió la desdicha y la felicidad con la misma intensidad.
No culpó a los demás por los padeceres propios.
No ocupaba un lugar, pero su ausencia es irremplazable.
Se despidió dejando una impronta indeleble,
que por siempre me guiará.
muy emotivo sin ser cursi, me gustó…