Al ver el águila de fuego pensé por un segundo que seguía soñando, pero el calor de la tasa de té me devolvió a la realidad. Mientras el señor Bridges me contaba la historia que acompañaba al bibelot alado que tenía en las manos yo me preguntaba “¿Quien es este señor?” Sin duda su presencia en el banco de piedra no era coincidencia, como no lo era su apellido ni el objeto que ahora era el centro de su discurso. Osculté sus ojos para ver si había algo más allá, pero no vi nada. Decidí entonces postergar ciertas preguntas momentaneamente y ocultar mi asombro detrás de un fingido interés por la historia que me contaba.
“¿Habló usted de los xamanitas? Nunca había oído hablar de ellos. ¿Son un pueblo, una religión…?” “Son ambos” dijo serenamente el Sr. Bridges, y continuó: “Al principio fue simplemente un libro que describía las costumbres de una gente perdida en el sur de la Patagonia a través de la leyenda del niño de la canoa que, al parecer, ejemplifica las diferentes creencias de ese pueblo que hablaba el idioma xaman. El libro viajó heroicamente entre varios puertos del mundo: Ushuaia, Montevideo, Recife, Agadir, Santander, hasta finalmente recalar en Rotterdam donde por años descansó dentro de un barco abandonado -por sus dueños y por las autoridades- y que sirvió como refugio a varios asilados políticos centroamericanos. Uno de ellos, un panameño llamado Wilson Pereyra, lo descubrió y lo vendió a un anticuario holandés, Hans Hollaardt quien a su vez lo vendió a un etnólogo inglés, Quentin Clerkenwell, quien publicó un estudio hecho sobre el libro y ofreció la primera interpretación de los usos y costumbres de los xamanitas. El señor Clerkenwell alertó a los funcionarios de la British Library de la existencia del libro. Hubo un intercambio de correspondencia y unos meses más tarde un enviado de la biblioteca de apellido Collins fue a su casa para constatar o no la veracidad del libro. El señor Collins determinó que le era imposible hacer la verificación allí, y luego de firmar unos formularios oficiales, se llevó el libro consigo a Londres. Lamentablemente el libro se extravió en el tren en el que viajaba el señor Collins, quien unas semanas más tarde perdió su trabajo y terminó quitandose la vida con un veneno exótico. En todo caso es gracias al estudio hecho por Clerkenwell que conocemos hoy las creencias de los xamanitas.”